domingo, 11 de febrero de 2018

Comicios 2.0 o el retorno de “Operación Triunfo” (2ª parte)

Vivimos un tiempo de filias y fobias en contextos tan dispares como el espectáculo y la política. Dueños no solo de la televisión, sino de las redes sociales, un guirigay de voces defienden lo propio y atacan al contrario, en un cambalache digno del famoso tango de Gardel. Tal vez sea el momento de dar un paso atrás para tomar distancia y, con la lucidez del humor, analizar las cuitas de este tiempo tan “problemático y febril” del que somos espectadores y, nos guste o no, de alguna forma también actores. 

Hace algo más de dos años, a pocos días de que se celebraran las últimas elecciones generales, compartí en este blog una reflexión muy personal sobre la campaña electoral, en el que recogía las disputas entre partidos senior y alevines que competían por el favor de ese votante indeciso o desencantado, que es quien tradicionalmente decide el resultado de los comicios en este país.


Resultados Elecciones Generales 2015.

Google ahora ha tenido la amabilidad de recordarme aquel post, mostrando en mi panel de preferencias las cuitas de los protagonistas del programa televisivo, entremezcladas con las últimas noticias de la actualidad política. Y lo cierto es que escenografía y tono narrativo son tan similares que hacen patente la esquizofrénica realidad que nos envuelve. Las declaraciones de la ganadora del certamen adquieren el mismo peso informativo que las andanzas de un político, de apellido eufónico, que bien podría protagonizar una novela de héroes y villanos. Escoja cada lector (según sus preferencias) el rol que le asigna. 

Con este talante me dispuse a releer el artículo, comparando aquel escenario electoral tan mediático y virtual de hace dos años, con la fiebre votante, penal y leguleya que hoy nos aqueja. Dejando a un lado mi opinión personal sobre quien debería haber ganado Operación Triunfo, cuál sería el mejor representante para el Festival de Eurovisión y, por supuesto, las razones y sinrazones de la crisis institucional más importante de nuestro sistema constitucional, resumo la evolución de algunos de los temas que en aquel momento me llamaron la atención y que sorprendentemente hoy continúan estando de plena actualidad.


Vieja política vs Nueva política.

Albert Rivera y Pablo Iglesias
Probablemente nadie habría apostado por este desenlace entonces, pero el viraje hacia la izquierda, al menos temporalmente, parece estancado, mientras que el giro a estribor gana posiciones, aunque con timón titubeante, como en la conducción por curvas sinuosas donde es fácil derrapar. En la carrera hacia la tribuna, el naranja se impone sobre el morado, el rojo se apalanca y el azul pierde claramente posiciones. A finales de 2015 solo El Mundo Today se habría atrevido a elucubrar sobre un pacto Podemos-Ciudadanos, aunque fuera a favor de una reforma electoral que a ambos podría beneficiar. Algo tan impensable como si alguien nos hablara ahora de un futuro romance entre Aitana y Agoney.


Matemáticas electorales.

La traducción en escaños de los votos ha sido un tema por el que se ha pasado de puntillas en las últimas décadas, incluso tras los resultados de las últimas elecciones generales. La cuestión no es baladí ya que nos plantea la materialización de eso que llamamos "democracia", un sistema en el que quienes ostenten el poder deberían representar a la mayoría. El camino es tortuoso porque permite llegar por carreteras comarcales, que priman los pactos entre partidos sobre la lista más votada. Más aún, la traducción en escaños de los votos es harto compleja si en el cálculo se introduce la variable territorial, dando más o menos peso al recuento según la localidad. Ambas vías plantean situaciones en las que la solución se pierde en el bosque y el concepto de “mayoría” se diluye cuando el resultado del cálculo matemático no es exacto en términos sociales. La vieja máxima de igualdad entre todos los ciudadanos queda en entredicho cuando el peso de un voto depende de la ubicación de la urna.

Y es que no es del todo cierto que el mero hecho de votar implique un ejercicio democrático si no se dan garantías para ello, es decir, para que el resultado otorgue puestos de responsabilidad a quienes representen los intereses de la mayoría. A fuerza de simplificar, corremos el riesgo de que el ciudadano se dirija a su colegio electoral con el mismo espíritu con el que participa en una votación televisiva. Y hay ocasiones en las que la traducción de nuestros votos en escaños ofrece resultados tan sorprendentes como que quien ha quedado en penúltimo lugar entre los finalistas de Operación Triunfo, sea la misma persona a quienes los votantes televisivos le han dado el honor de acompañar a Amaya a Eurovisión. Me muero de curiosidad por esos primeros planos de nuestros concursantes entusiasmados, agitando la banderita, mientras se efectuan las votaciones.

El perímetro de la piel de toro.

Lo que en 2015 compartía titulares con amenazas contundentes como la del terrorismo islámico, hoy se ha convertido en estrella indiscutible del panorama político. En realidad, el tema catalán ha seguido una trayectoria de tenacidad, digna del trabajo de Miriam en la gala televisiva. La historia no comienza, ni mucho menos, con los comicios populares del 1 de octubre, aunque esa fecha debe mucho a la explosión de movilización popular que comenzó a resurgir con los movimientos del 15M, al menos desde una perspectiva cultural que podría resultar muy reveladora para entender fenómenos incomprensibles desde el mero dato objetivo. Intento explicarme. Me refiero a la capacidad de determinados discursos para generar expectativas ilusionantes para un público desencantado por el "malhacer" de la clase política. Sin esta variable es difícil comprender, desde un planteamiento ideológico, la alianza entre un partido de izquierdas como Esquerra Republicana, con uno claramente conservador como PdCAT. Al menos si uno los imagina ejecutando al unísono un programa político que contente a los votantes de uno y otro en temas como educación, sanidad, impuestos, y tantos otros. Pero falta la variable cultural y en el discurso nacionalista los argumentos emocionales no necesitan ser contrastados con datos objetivos. 

Aunque obviamente hay que armar de razones el objetivo y aquí, como en mayo de 1968, la imaginación llega al poder, dicho sea (no me malinterpreten) en el sentido de “imaginario dialéctico”.  Así, se esgrime una tradición con vocación centenaria asignando a Puigdemont nada menos que el puesto 130 en la lista de presidentes catalanes. La cuenta, siendo serios, no sale desde Macià, así que hay que remontarse a la Edad Media para encontrar una figura sin demasiado mando en plaza que (en contra de su intención) podría ser premonitoria, de no encauzarse la situación actual. 


Rueda de Prensa desde Bruselas
Y es que la función de la historia es explicar el pasado para ayudarnos a comprender el presente, pero pocas veces para justificarlo. Más aún si el ejercicio de memoria es deliberadamente selectivo. Apelar a la historia para argumentar las actuales reivindicaciones no es tan elocuente como parece si comparamos (por ejemplo) el peso de Cataluña y Castilla hace cinco siglos con el que actualmente tienen ambas comunidades. En este caso no sale la cuenta "oprimido-opresor", pero hay que reconocer que tiene su gracia entregarnos a evocaciones de este tipo si pensamos que ese retiro del líder independentista en Bélgica amenaza, como antaño Felipe el Hermoso, con volver loca (aunque no precisamente de amor) a la corona de España. Por no hablar de las "vibraciones históricas" emitidas por un enclave como Waterloo, no muy apropiado si uno recuerda que fue allí donde tuvo lugar la más sonora derrota de Napoleón. Recuerden los aficionados a los memes que para divagar disponen hasta de banda sonora, por cortesía de ABBA.

Y al hilo de grandes éxitos musicales de los setenta, entre los “imaginarios” esgrimidos no podía faltar la iconografía franquista. No solo se evoca la figura del preso político, encarnada por los políticos actualmente en prisión, sino también aquellas temibles cargas de "los grises", vomitadas ahora en tonos pardos por un cómico "Barco de Piolín". Ya hubiera querido la revista satírica El Jueves idear por su cuenta una imagen tan ocurrente. Otro tanto ocurre con la figura del exiliado, mucho más glamurosa que la del emigrante. Cosa distinta es que sea objetivamente comparable la situación de quienes huyeron tras la Guerra Civil (para salvar su vida, no lo olvidemos) con la situación actual. Menos aún hay parangón con la incertidumbre de aquellos emigrantes que marcharon al extranjero buscando ganarse la vida con su trabajo. Lo del sudor en la frente parece que no va con nuestra casta política. En este caso además no se atraen precisamente divisas. Más bien parece que nuestros políticos estén empeñados en espantarlas.


La Transición.

Valorada hasta ahora como ejemplar, los últimos acontecimientos hacen saltar por los aires la imagen de aquel mítico consenso. Tanto es así, que en los recuentos de efemérides a celebrar este año, recogidos por los distintos medios, suele obviarse (incluso en este mismo blog) que, casualidades del destino, precisamente en 2018 cumple cuarenta años la Constitución que devolvió la democracia a este país. Y sin embargo nunca, salvo en su nacimiento, ha estado tanto de actualidad como ahora, aunque solo sea por ese artículo 155 en el que no había reparado el común de los mortales y que probablemente quienes lo redactaron cruzaron los dedos porque nunca se tuviera que aplicar. Al menos esa pareció ser la intención con el equilibrio apenas enhebrado entre comunidades autónomas de primera y segunda división, vigente hasta hoy.


Y es que en cuatro décadas cambia un país y da tiempo a que crezcan varias generaciones de ciudadanos en un entorno que afortunadamente varía mucho de abuelos a nietos. Si a ello unimos una cultura que da más peso a los conocimientos prácticos que a la formación del pensamiento, no puede sorprender que un joven pueda conocer (siendo optimistas) el resultado de aquella suma que se realizó en 1978, pero ignore las condiciones en las que los distintos factores se alinearon antes del signo igual. Y es que en la política el orden de los sumandos tiene su importancia.

Por ello la percepción de lo que está ocurriendo es tan distinta dentro y fuera de Cataluña, pero más aún, si el que opina llegó a ver o no a Franco en la tele y no digamos si cojea del pie izquierdo o del derecho. Sin entrar a valorar cuál pueda ser el desenlace, comprenda el lector la confusión que produce la actualidad política a un individuo nacido en el siglo XX. Casi tanta como la indignación que sintieron los seguidores de Ana Guerra cuando algún jurado se atrevió a menospreciar su trayectoria, obviando grandes éxitos como su interpretación de "La Bikina".   

Así las cosas, los ciudadanos acudimos a los medios esperando encontrar la ocurrencia del día, ya sea en boca de Puigdemont o del televisivo ROI. Hoy por hoy es difícil prever el destino profesional de uno y otro, pero lo que sí han logrado ambos es convertirse en invitados estrella de cualquier programa que quiera subir audiencia.Y como hablamos de temas entre artísticos y emocionales debo confesar que me encuentro tan expectante por ver si en el futuro retorna ese famoso "seny" catalán, como por comprobar si un tema como "Tu canción" realmente consigue que este año no hagamos el ridículo en el Festival de Eurovisión.

Conste que no tengo intención de trivializar ninguna aspiración ideológica. Solo constato la evolución de la escena política hacia el mundo del espectáculo. Comprendo el afán de las estrellas de Operación Triunfo por atender a su público. Pero me gustaría que en el campo de la política nuestros representantes dedicaran menos actividad al Twitter y más a las instituciones. Sin duda me estoy haciendo mayor.

Miedo me da que además se sumen a la fiebre de los vídeos en directo. Aún intento recuperarme de la propuesta sobre el nombramiento de un presidente por email. Al fin y al cabo no es lo mismo votar quién debe ganar el certamen de Operación Triunfo, que elegir a las personas de cuya actividad (y sentido común) va a depender la solución de problemas tan poco glamurosos como el paro o las pensiones, la educación o la sanidad pública. Me temo además que las cuitas políticas se cuelen entre bambalinas, como el agua en una gotera, manchando lo que tocan. Si no me creéis pensad en la polémica formada con el arranque de algunos "triunfitos" cantando "Els Segadors" y Marta Sánchez poniéndole letra al himno nacional. Eso sí, reconozco que me parece más inofensivo el desembarco de los artistas en el mundo de la política, que el de los políticos en el mundo del espectáculo.
Con este talante, releyendo los avatares de “El principito” cuando abandonó el planeta del vanidoso, no puede parecer más acertada la conclusión del protagonista al afirmar que “las personas grandes son decididamente muy extrañas”. El problema ahora es que unos y otros nos intentan vender  en la escena política elefantes devorados por boas, cuando lo que nos están dibujando son insulsos sombreros.

Al menos los chicos de Operación Triunfo parece que se esfuerzan. Ya veremos si consiguen que este año logremos un puesto digno en el Festival de Eurovisión. Por el momento el concurso musical ha concluido esta edición, aunque en la gala final no pudiera cantar, como estaba previsto, el inefable David Bisbal.

Esperemos que el resto del espectáculo mediático al que estamos asistiendo también baje el telón. Lo mismo sirve de inspiración el recurso de OT, incluyendo una improvisada cuña romántica para sustituir la actuación frustrada del invitado estrella. De todas formas, por ritmo y letra, me gusta mucho más un tema como "Lo malo". Fue la opción más votada para cerrar la Gala y además tiene un punto reivindicativo. Al menos hay alguna ocasión en la que parece que realmente gana el mejor.

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